Volvi
a verla hace unos días, cruzo la puerta con esos ojos marrones gigantes, llenos
de lagrimas y confundida, con esa tristeza en la mirada que siempre me pareció
hermosa.
Se
sienta, toma sus lentes para intentar entender cada una de mis expresiones,
busca mi mano pero ya no quería tomarla, estaba segura que eso le dolería pero
¡Tenia que dejarla ir!
Me
daba dolor abandonarla, no queria hacerlo, ella tenia todos mis sueños, tenia
la esperanza escrita en el pecho y la inocencia en los labios, tenia una vida
planificada, sueños por cumplir y estaba segura de que su ilusión iba a ser
real.
Estaba
segura que eso era lo que le deparaba ¿O estaba resignada? La verdad no lo se,
pero parecía lo segundo, por ese motivo quise irme, no podía permitir que ella
se quedara solamente llorando en un baño, que los domingos no pudiera
levantarse de la cama y que el teléfono con muchas llamadas y lágrimas fuera su
compañero, que los mensajes largos la persiguieran y el insomnio la comande, ni
podía permitir una vida que no estaba ni cerca de serlo para ella.
Tuve
que abandonarla porque no podía permitir que la vida se pasara y ella solo
conociera un amor que no era sano para ella y que la estaba transformando en un fantasma, un
ser sin energía y solo dispuesto a alimentar el ego de alguien que no merecia
ni una sola lagrima derramada, ni un dia sin comer o una noche sin dormir.
Porque
ella tenia que aprender que el amor no era una lucha, era mantenerse quieto,
era permanecer en paz, como cuando te sientas debajo de un árbol y puedes
admirar sus hojas o cuando miras un atardecer y te detienes a observar los
colores, y por un momento entiendes la magia de Dios.
Por
eso a pesar de que me hubiera encantado que ella siguiera amando de la manera
en que lo hace, con su ternura e inocencia, sus sueños y metas, y el cariño que
le ponía a cada cosa que tenia que ver con él, me vi en la obligación de
abandonarla en esa casa llena de fantasmas e irme de ahí.
No
te voy a mentir, a veces aparece, la vuelvo a ver cuándo está cerca de un
enfermo, o un niño que la necesita ¡O con sus amigos! ¡O cuando observa un
atardecer! Pero tuvo que aprender que ese espectro no puede tomar el control nuevamente, porque todos en este mundo somos valiosos
y merecemos brillar, merecemos que ese brillo se potencie cuando un amor llega
a nuestra vida, no permitir que nos convierta en fantasmas.