Erase una vez.
Yo era un desastre y el era un príncipe, de esos que jamás olvidas, de esos que al mirarlos se te congela el alma y al escucharlos te sientes como si el mismo Dios te mando un ángel.
¿En realidad
existió? Vivo tan pérdida en mi mundo, viajando en mí propia realidad que a
veces olvido si las personas que están a mí alrededor son reales o simplemente
volví a soñar despierta; Quizás si existió, de lo contrario mi mente hubiese
poco a poco borrado su recuerdo, sin embargo, todavía recuerdo la forma tan
perfecta de su rostro, su pequeña boca y sus ojos castaños, parecía sacado de
algún relato de Oscar Wilde y quizás
el mismo Dorian Gray hubiera quedado
perdido ante su dulzura.
Juraría gritar
su nombre a pesar de todo, que me escuchen hasta en los más remotos lugares y
revelar que ese inocente amor que tanto han manchado existe, aunque ahora como muchas cartas
olvidadas se encuentre escondido, enjaulado en alguna parte de los corazones de
esta generación perdida.
El príncipe
llegaba todos los días a la misma hora, se sentaba y tomaba un pequeño sorbo de
agua, todo en el mismo lugar, miraba hacia abajo y permanecía quieto como una
estatua… Yo miraba hacia abajo tratando de parecer encerrada en lo que estaba
leyendo cuando en realidad soñaba con que sus ojos cafés miraran por aunque sea
un minuto a los míos… Miraba hacia su cabello con ansias de tocarlo y a su vez
deseaba que por un instante el voltear y me dirigiera una sola mirada.
Una fría tarde
de diciembre dejo de aparecer y me sentí en penumbra ¿Sera que se olvido de
acudir al mismo sitio? O ¿Yo desperté de ese deslumbrante sueño? Desde esa última
vez que lo vi no puedo evitar ver su rostro en todas partes hacia donde voy,
hay veces en las que imagino un reencuentro imaginario donde las cosas son más
simples, yo soy menos miedosa y a su vez el príncipe se encuentra feliz
conmigo, para siempre.
No cabe duda que
todo llega a su final y que este abre paso a nuevos comienzos, en su caso, a
pesar de que él será inmortalizado en mis recuerdos, llegue a escuchar que
pronto el se embarcara a un nuevo camino donde el deberá comenzar de nuevo, una
aventura que espero que sea exitoso.
En el mío, gritare
por última vez hacia la pared cuanto le quise y volveré a mi propio mundo donde
él se encuentra, a su vez me iré a buscar mi propio porvenir, no muy lejos, eso
es seguro, pero juro que volare tan alto que un día llegare al destino del príncipe
para acompañarlo en esa gran aventura que se le avecina.
Las historias se
terminan, los príncipes se van y las princesas regresan a sus castillos con sus
tronos vacios, el felices para siempre a veces no existe y otras, se necesita
mucho más que una mirada para que se vuelva realidad.
Todavía no es final,
se los prometo.