Me sentaba todos
los días en el salón del frente para observarla.
Su
cabello claro le caía hasta la cintura, tenía un sonrisa hermosa y parecía un
pequeño ángel, caminaba con una gracia
que quizás enamoraría hasta la misma Anna Pavlova, sus ojos verdes se
iluminaban cuando entendía en la pizarra, era la mejor estudiante, no solamente
por su capacidad de entender hasta lo que absolutamente nadie entendía, sino
porque era ese tipo de persona que ayudaba a todos los que estaban a su
alrededor, su luz iluminaba a los demás y hasta los mismos profesores (Doctores,
en su mayoría) quedaban enamorados de ella.
Por
el contrario yo, era un desastre, todo lo contrario a ella, piel morena, rasgos
gruesos, muchísimo más alto (Era tan pequeña que parecía una mini muñeca) y no
tan agraciado en ninguna materia, además de mi pequeña condición que no soy muy
expresivo que digamos, aunque me imagino que ya se dieron cuenta.
Cada
día, observaba como ella se destacaba entre todos con sus preguntas, como los
profesores la mencionaban con orgullo y como todos la saludaban con aprecio ¿Cómo
no hacerlo? Si te sentías mal, ella llegaba, te regalaba una sonrisa y te
contaba algún chiste para hacerte reír o simplemente llegaba con un dulce para
subirte el ánimo.
Se
preguntaran ¿Por qué hablas así de ella? No sé si estoy enamorado de sus rasgos físicos,
de lo brillante que es o simplemente me he enamorado de alguna probabilidad que
no existe, a veces me le quedo viendo pensando en cómo sería si tan solo ella
volteara a mirarme, y si lo hiciera, si alguna vez tendría la suerte de que sus
ojos verdes tal cual el Dresde me
miraran ¿Lo harían como yo?
Un
día de la nada, todos estaban conmocionados por un suceso bastante extraño, mi
bailarina de ojos verdes había desaparecido sin dejar rastro, es común que
cuando alguien desaparece esas noticias llegan a toda la universidad, sin
embargo, yo no estaba triste, solamente un poco abrumado…
Flores
con su rostro, marchas por ella, ni una más ¿Por qué no la olvidaban? Eso fue
lo que pensé al llegar al apartamento, abrí la puerta, me quite los zapatos, y
me senté a ver la televisión un rato.
Mientras
tanto, una voz melodiosa cantaba para mi desde la habitación principal, no se
cansaba de cantar o gritar ‘’Me llamo
Diana, por favor’’, no lo sé la verdad, ya el hecho de escucharla para mí
era sentir las mejores melodías, a veces me pregunto cuándo va a entender que estará
aquí para siempre, me molesta un poco verla llorar e intento besarla para
calmarla, pero llora más, supongo que poco a poco entenderá que ella es mia…
‘’…Cuando
un loco parece sensato, es momento de ponerle la camisa de fuerza…’’ Edgar
Allan Poe.