viernes, 21 de febrero de 2020

Me llamo Diana


Me sentaba todos los días en el salón del frente para observarla.

Su cabello claro le caía hasta la cintura, tenía un sonrisa hermosa y parecía un pequeño ángel,  caminaba con una gracia que quizás enamoraría hasta  la misma Anna Pavlova, sus ojos verdes se iluminaban cuando entendía en la pizarra, era la mejor estudiante, no solamente por su capacidad de entender hasta lo que absolutamente nadie entendía, sino porque era ese tipo de persona que ayudaba a todos los que estaban a su alrededor, su luz iluminaba a los demás y hasta los mismos profesores (Doctores, en su mayoría) quedaban enamorados de ella.

Por el contrario yo, era un desastre, todo lo contrario a ella, piel morena, rasgos gruesos, muchísimo más alto (Era tan pequeña que parecía una mini muñeca) y no tan agraciado en ninguna materia, además de mi pequeña condición que no soy muy expresivo que digamos, aunque me imagino que ya se dieron cuenta.

Cada día, observaba como ella se destacaba entre todos con sus preguntas, como los profesores la mencionaban con orgullo y como todos la saludaban con aprecio ¿Cómo no hacerlo? Si te sentías mal, ella llegaba, te regalaba una sonrisa y te contaba algún chiste para hacerte reír o simplemente llegaba con un dulce para subirte el ánimo.

Se preguntaran ¿Por qué hablas así de ella?  No sé si estoy enamorado de sus rasgos físicos, de lo brillante que es o simplemente me he enamorado de alguna probabilidad que no existe, a veces me le quedo viendo pensando en cómo sería si tan solo ella volteara a mirarme, y si lo hiciera, si alguna vez tendría la suerte de que sus ojos verdes tal cual el Dresde me miraran ¿Lo harían como yo?

Un día de la nada, todos estaban conmocionados por un suceso bastante extraño, mi bailarina de ojos verdes había desaparecido sin dejar rastro, es común que cuando alguien desaparece esas noticias llegan a toda la universidad, sin embargo, yo no estaba triste, solamente un poco abrumado…

Flores con su rostro, marchas por ella, ni una más ¿Por qué no la olvidaban? Eso fue lo que pensé al llegar al apartamento, abrí la puerta, me quite los zapatos, y me senté a ver la televisión un rato.

Mientras tanto, una voz melodiosa cantaba para mi desde la habitación principal, no se cansaba de cantar o gritar ‘’Me llamo Diana, por favor’’, no lo sé la verdad, ya el hecho de escucharla para mí era sentir las mejores melodías, a veces me pregunto cuándo va a entender que estará aquí para siempre, me molesta un poco verla llorar e intento besarla para calmarla, pero llora más, supongo que poco a poco entenderá que ella es mia…

‘’…Cuando un loco parece sensato, es momento de ponerle la camisa de fuerza…’’ Edgar Allan Poe.


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