Los
colores del cielo
Un
día, el cielo se llenó de colores
Cada color simbolizaba alguna
sensación, el amarillo representaba la esperanza, el rosado la dulzura y el
azul la tranquilidad.
Iba
como todos los días a la casa de mi abuelo, tenía siempre historias distintas,
me gustaba porque siempre que me las contaba yo terminaba soñando con los
grandes caballeros, las hermosas princesas y sobretodo me impresionaba como
personas normales (Como yo) podíamos lograr grandes cosas teniendo en cuenta
siempre la fe y la esperanza.
Recuerdo
como una pequeña lagrima cruzaba su rostro arrugado al momento en el que yo
llegue a casa, y nunca olvidare como sus manos tocaron las mías, frágiles, donde
en cada arruga una historia hermosa que contar.
Sentí
esa vez como una mirada se cruzó con la mía, sus ojos, azules, vidriosos, me
llenaban de curiosidad cada que los observaba pero ese día solamente pude
sentir miedo ¿Qué le habría pasado a mi amado abuelo?
Mi
viejo comenzó a hablar como siempre, intentado esconder como se rompía la voz
al hablar…
Un
día, en un pueblo cercano al mío, los habitantes se encontraban molestos con
sus actividades, Vivian discutiendo con sus familiares y sobretodo enojados con
todo aquel que pasara por allí, nadie tenía paz y pedían a gritos un momento
para pensar.
Tanta
era la ira del pueblo ¡Que nadie sabía la razón! Era un lugar prospero, todos
tenían un buen trabajo, tenían familia y sobretodo estaban bien de salud, sin
embargo las personas de por allí eran avaras, eran envidiosas y no veían lo
mucho que tenían.
Pasado
un tiempo, el tiempo de invierno azoto el pueblo por primera vez, era atípico
ya que nunca habían pasado por tanto frio, parecía que sol se había esfumado, y
que las nubes negras eran tan densas que se podían tocar, se sentía la
oscuridad en aquel pueblo de malagrecidos.
Era
una eterna noche sin estrellas, Las reservas de comida se acabaron, los niños
comenzaron a enfermarse y el pueblo clamaba por regresar a la normalidad
¿Extraño,no? Como entendemos lo mucho que amamos nuestra rutina cuando nos
encontramos en este tipo de situaciones, cuando la vida de nuestros seres
queridos se va apagando ¡Como aprendemos a valorar lo simple!
Poco
a poco, cada pueblerino, iba entendiendo su error y abrazando a su vecino,
asimismo observábamos cosas increíbles, como hermanas que no se hablaban por
algún problema del pasado se daban un abrazo de despedida, amigos que se
traicionaron en algún momento, se perdonaban y aquellos que perdían a su amor
de toda la vida, lo despedían hasta encontrarse en su próxima vida.
¿Es
extraño, verdad?
¡Como
la vida nos enseña a que no tenemos que buscar la paz, ya está en uno!
No podía evitar soltar
lágrimas a medida de que mi abuelo iba hablando, la manera en la que se
expresaba denotaba las emociones, parecía que hubiera vivido esa historia en
carne propia.
Los
pueblerinos se habían resignado a que el sol no volvería a salir para ellos,
que la oscuridad reinaría en ese lugar para siempre y la esperanza de regresar
a ver un nuevo día sería un cuento para
niños en algún momento.
Hasta
que una mañana , el cielo se llenó de mil colores, el rosado simbolizaba la
inocencia, el amarillo simbolizaba la esperanza y el azul la paz, cada persona
al salir de su casa veía como emanaban esos colores, ese espectáculo de luces
era impresionante, el violeta tan profundo, el rosado con su dulce vibra ¡Ni
hablar del violeta y el rojo!
Después
de que esos hermosos colores llenaron el cielo, las nubes con su aspecto de
algodón parecían dibujadas por el artista más dulce.
¡Un
nuevo día! Gritaban llenos de alegría
El
sol había salido para aquellos que nunca lo habían visto, quienes disfrutaban
cada hora de él, y esos que perdieron a sus seres amados que tenían la
esperanza de ver algún día ese espectáculo, oraban y agradecían verlo
nuevamente.
Así,
ese pueblo comenzó a agradecer más que discutir, a abrazar más que golpear y a
amar más que odiar.
Mi
abuelo culmino la historia diciéndome que debo agradecer, no importa la
circunstancia, que debo amar sin importar el momento y que siempre debo tener
en cuenta que una sonrisa a cualquiera vale más que una mala mirada y sobretodo
que la vida siempre será la raíz de la esperanza.
Nunca
más le volví a ver.
Años
más tarde, encontré una de sus últimas cartas, aquellas que a los niños no nos
permiten ver, y pude entender y admirar como a partir de tanto sufrimiento, su
última respiración y aliento fue para dar gracias.
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