domingo, 25 de abril de 2021

Los colores del cielo

 

Los colores del cielo

Un día, el cielo se llenó de colores

Cada color simbolizaba alguna sensación, el amarillo representaba la esperanza, el rosado la dulzura y el azul la tranquilidad.

Iba como todos los días a la casa de mi abuelo, tenía siempre historias distintas, me gustaba porque siempre que me las contaba yo terminaba soñando con los grandes caballeros, las hermosas princesas y sobretodo me impresionaba como personas normales (Como yo) podíamos lograr grandes cosas teniendo en cuenta siempre la fe y la esperanza.

Recuerdo como una pequeña lagrima cruzaba su rostro arrugado al momento en el que yo llegue a casa, y nunca olvidare como sus manos tocaron las mías, frágiles, donde en cada arruga una historia hermosa que contar.

Sentí esa vez como una mirada se cruzó con la mía, sus ojos, azules, vidriosos, me llenaban de curiosidad cada que los observaba pero ese día solamente pude sentir miedo ¿Qué le habría pasado a mi amado abuelo?

Mi viejo comenzó a hablar como siempre, intentado esconder como se rompía la voz al hablar…

Un día, en un pueblo cercano al mío, los habitantes se encontraban molestos con sus actividades, Vivian discutiendo con sus familiares y sobretodo enojados con todo aquel que pasara por allí, nadie tenía paz y pedían a gritos un momento para pensar.

Tanta era la ira del pueblo ¡Que nadie sabía la razón! Era un lugar prospero, todos tenían un buen trabajo, tenían familia y sobretodo estaban bien de salud, sin embargo las personas de por allí eran avaras, eran envidiosas y no veían lo mucho que tenían.

Pasado un tiempo, el tiempo de invierno azoto el pueblo por primera vez, era atípico ya que nunca habían pasado por tanto frio, parecía que sol se había esfumado, y que las nubes negras eran tan densas que se podían tocar, se sentía la oscuridad en aquel pueblo de malagrecidos.

Era una eterna noche sin estrellas, Las reservas de comida se acabaron, los niños comenzaron a enfermarse y el pueblo clamaba por regresar a la normalidad ¿Extraño,no? Como entendemos lo mucho que amamos nuestra rutina cuando nos encontramos en este tipo de situaciones, cuando la vida de nuestros seres queridos se va apagando ¡Como aprendemos a valorar lo simple!

Poco a poco, cada pueblerino, iba entendiendo su error y abrazando a su vecino, asimismo observábamos cosas increíbles, como hermanas que no se hablaban por algún problema del pasado se daban un abrazo de despedida, amigos que se traicionaron en algún momento, se perdonaban y aquellos que perdían a su amor de toda la vida, lo despedían hasta encontrarse en su próxima vida.

¿Es extraño, verdad?

¡Como la vida nos enseña a que no tenemos que buscar la paz, ya está en uno!

No podía evitar soltar lágrimas a medida de que mi abuelo iba hablando, la manera en la que se expresaba denotaba las emociones, parecía que hubiera vivido esa historia en carne propia.

Los pueblerinos se habían resignado a que el sol no volvería a salir para ellos, que la oscuridad reinaría en ese lugar para siempre y la esperanza de regresar a ver  un nuevo día sería un cuento para niños en algún momento.

Hasta que una mañana , el cielo se llenó de mil colores, el rosado simbolizaba la inocencia, el amarillo simbolizaba la esperanza y el azul la paz, cada persona al salir de su casa veía como emanaban esos colores, ese espectáculo de luces era impresionante, el violeta tan profundo, el rosado con su dulce vibra ¡Ni hablar del violeta y el rojo!

Después de que esos hermosos colores llenaron el cielo, las nubes con su aspecto de algodón parecían dibujadas por el artista más dulce.

¡Un nuevo día! Gritaban llenos de alegría

El sol había salido para aquellos que nunca lo habían visto, quienes disfrutaban cada hora de él, y esos que perdieron a sus seres amados que tenían la esperanza de ver algún día ese espectáculo, oraban y agradecían verlo nuevamente.

Así, ese pueblo comenzó a agradecer más que discutir, a abrazar más que golpear y a amar más que odiar.

Mi abuelo culmino la historia diciéndome que debo agradecer, no importa la circunstancia, que debo amar sin importar el momento y que siempre debo tener en cuenta que una sonrisa a cualquiera vale más que una mala mirada y sobretodo que la vida siempre será la raíz de la esperanza.

Nunca más le volví a ver.

Años más tarde, encontré una de sus últimas cartas, aquellas que a los niños no nos permiten  ver, y pude entender y admirar como a partir de tanto sufrimiento, su última respiración y aliento fue para dar gracias.

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